Aunque tu mudo silencio me duela

y tapone mis oídos,

aún te pienso, callada y a gritos,

llorando y riendo.

Loca.

Porque dueles como sólo la verdad sabe hacerlo.

Los recuerdos se me clavan en las pupilas

y vuelven a deslumbrarme todas nuestras preguntas.

Y se extiende la hemorragia. Sin frenos.

Sin un remedio para el olvido.

Sin un antídoto para tu eco.

Aprieto entre mis dientes un pañuelo de mentiras,

y me hago un torniquete a destiempo.

 

«¿Qué día decidimos apagar nuestras risas para encender nuestros miedos?».

El último acto
El último acto